HÉROES Y ANTIHÉROES

El antihéroe es, más que el simple villano, aquel complejo personaje que en “(…) una obra de ficción desempeña el mismo papel de importancia y protagonismo que el héroe tradicional, pero que carece de sus características de perfección por tener las virtudes y defectos de una persona normal”, (Google dixit); así, en la dualidad del bien contra el mal –que suele definir la idea del cómic–, éste juega un rol gravitante en la trama, aunque menos glamoroso, por supuesto, ya que representa al sujeto que aun siendo parte de esa pasiva humanidad, a la que los héroes pretenden salvar y los villanos destruir o dominar, se le reconoce un carácter modestamente ilustre.

En la praxis política sucede algo similar. Está, por un lado, el héroe que construye para sí una imagen de excepcionalidad, con atributos escasos o inexistentes en la gente común, unos “poderes extraordinarios” que le fueron legados por fuerzas superiores, elevándose al estatus de “elegido”, por ende, dirigente natural e indiscutible. Por otro, tenemos al antihéroe que se confunde con la masa de la que emerge, compartiendo con los mortales unos rasgos esenciales comunes, destacándose, empero, por unos determinados atributos sin los que el liderazgo sería imposible, pero eso sí, ganados, como cualquier mortal, en base al poco glamoroso esfuerzo terrenal (trabajo, estudio, carrera, etc.).

Lo antedicho también definirá los estilos de gobierno y capacidad de dirección, ya que cada uno de ellos verá el mundo y sus vicisitudes de formas muy distintas. Los héroes nacen o emergen generalmente en momentos de crispación, en situaciones de crisis y exacerbada dualidad, en la que los buenos luchan contra los malos, ambos nítidamente identificables, cuando la necesidad de un “salvador, redentor o mesías” se hace evidente, adquiriendo por ello las cualidades épicas que les son bien conocidas. De ahí su notoria tendencia a concentrar todos los recursos de poder, fenómeno que, en las circunstancias anotadas, es bien tolerado y hasta aplaudido por las masas. No será entonces extraño que el líder de raíz heroica, busque extender en el tiempo situaciones de matiz confrontacional, en las que se siente cómodo y de las que extrae un mayor rédito político.

Muy por el contrario, los antihéroes suelen provenir más bien de la cotidianidad, de lo aburrido del día a día, de situaciones post-trauma tendentes a la estabilización, cuando las cosas dejan de ser diáfanamente claras, en las que el blanco y el negro se funden generando una amplia gama de grises, propias de un mundo diverso y cambiante que dificulta el control de los recursos de poder e insta a los sujetos a despolitizarse, a volcarse hacia sí mismos y hacia los problemas de su círculo más cercano.

En este orden de ideas, es posible afirmar que la determinación de las ventajas o desventajas de cada uno de estos tipos de liderazgo dependerá más del contexto en el que se desarrollen que de los esfuerzos y virtudes inherentes a los actores; así, si se vive una situación de conflicto, aparente o real, el héroe tendrá, por sus propias condiciones, una cierta ventaja para agregar demandas y atraer apoyos. Por el contrario, si se impone una situación de relativa calma, los antihéroes adquirirán mayores posibilidades de conducción ya que representan la mejor forma de mantener los equilibrios necesarios para el despliegue de las fuerzas creativas y productivas de la sociedad. Al final, nunca debemos olvidar que “(…) todas las cosas bajo el sol tienen un tiempo y un momento: Hay un tiempo para nacer y un tiempo para morir; un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado. Hay un tiempo para matar y un tiempo para curar; un tiempo para destruir y un tiempo para construir (…)” [Eclesiatés 3:1-14]. Y no se trata de identificar aquí al malo o al bueno, algo que para este análisis resulta por demás irrelevante, sino de elegir democráticamente la mejor opción para dirigir el barco en un tiempo concreto y bajo unas determinadas circunstancias.

De esta forma, más allá de la ideología, ejemplos de ambos tipos de liderazgo pueden ser encontrados en diferentes latitudes y con diferentes discursos. Entre los de matriz heroica tenemos a Trump y Putin en la actualidad, incluyendo, desde la vertiente socialista más actual, a los fallecidos Castro o Chávez, cuyo nombres son harto conocidos y no necesitan de mayor presentación; por el lado contrario, los líderes de matriz anti heroica encontrarían referentes mucho menos épicos, por supuesto, pero no por ello menos importantes, entre los que destacarían Marcelo Rebelo (presidente de Portugal), Ángela Merkel (Alemania) e incluso, con algo de esfuerzo, Emmanuel Macron (Francia), de quienes se reputa, en el primer caso un liderazgo de proximidad, en el segundo una trayectoria política importante además del no menos relevante componente de género y, en el tercero, un notable conocimiento tecnocrático. Que hayan tenido o no éxito en su gestión o que su posicionamiento ideológico sea para algunos cuestionable, es tema otro debate.

Finalmente, la pugna política entre el héroe y el antihéroe no debería ser antagónica, pues en realidad se limita a la asignación temporal del mando de acuerdo a la tarea a desarrollar, sea derrotar militarmente enemigos o construir edificios. Pero hay una constante que es definitiva y que se traduce en la lucha contra los verdaderos problemas de la actualidad: la pobreza, la inseguridad, la desigualdad extrema, la degradación medioambiental, los riesgos sanitarios, etc., generando un estado de contradicción coyuntural a ser definido por la capacidad que tenga cada uno de vender a los electores la imagen de contexto que más le convenga, unos pretendiendo mostrar una situación de dualidad irreconciliable en la que se resalte la necesidad de un héroe salvador o preservador de lo logrado; y otros, la imagen de un contexto en el que ya no es tiempo de vencer sino de unir para construir, con el antihéroe como la opción menos deslumbrante pero más efectiva para tal empresa.

En definitiva, quién podría afirmar con certeza que Tina Turner no hubiese tenido algo de razón al exclamar ante el mundo, allá por 1985, que “Nosotros no necesitamos otro héroe” (Ver: We don’t need another hero).


Iván Arandia es Doctor en Gobierno y Administración Pública. Profesor de la USFX e investigador posdoctoral en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.

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