¿CÓMO PENSAMOS?

No se me abrume, amable lector, no pretendo en este texto inducirle a pensar en un sentido u otro, o convencerle de comprar uno u otro producto, sea una marca de zapatos o una ideología. No, señor, dejo esa labor a otros con más tiempo e interés en ello.

En lo que ahora me quiero concentrar es en esbozar, de forma general, el procedimiento que seguimos los humanos para razonar, es decir, para estructurar pensamientos racionales, algo en lo que, por lo general, no reparamos, dándolo por hecho, como si de una acción refleja se tratase, quizás tanto como respirar. Y si, esto puede ser cierto pero solo parcialmente, pues una buena parte de la acción intelectiva responde, evidentemente, a un procedimiento automático y, por lo mismo, involuntario, pero otra opera de forma racional y deliberada, lo que no deja de ser una buena noticia, ya que ello demuestra que, al menos en algunos de sus componentes más importantes se trata de una capacidad que se puede mejorar, como cualquier otra destreza humana, siempre que se entienda como realmente funciona el mecanismo del aprendizaje y se cuenten con las herramientas adecuadas para tal fin.

Para nuestro cometido, entenderemos que pensar no es lo mismo que conocer, aunque lo segundo precisa de lo primero, pero conocer y aprender se acercan más pues son dos vocablos que designan, con ciertos matices, a un mismo objeto. Quien pretenda “conocer” o “aprender” acerca de una porción de la realidad, tratará de dotarse de los datos necesarios y procesarlos de forma tal que resulten útiles para ubicar ese retazo de realidad en el mundo, tanto en su contenido en sí mismo como en sus relaciones externas e internas, para actuar en o sobre él de la forma más eficiente posible, embarcándose en un viaje en espiral con al menos cinco etapas, cada una con sus propios componentes esenciales. Veamos:


a)  Observar e interpretar. Lo que implica, primero, identificar los huellas que dejan en el mundo los objetos, sujetos, hechos o fenómenos que pretenden ser conocidos, convirtiéndolos en datos que, a manera de estímulos sensoriales, se internalizan en la mente del observador. Pero los datos dicen poco por si mismos, ya que para que adquieran el status de información útil, deben ser sistematizados, analizados, contextualizados y significados mediante procesos de codificación e interpretación, actividad en la que la razón y el lenguaje juegan un rol fundamental.

 

b)   Dudar e interrogar. Una vez que la información de base ha sido estructurada, llega el momento de la problematización, lo que implica no solo identificar un hecho disfuncional en el mundo material, sino cuestionarse sobre sus posibles causas, es decir, enunciar preguntas y perfilar, aún de manera provisional, las hipótesis explicativas que se consideren más plausibles en tanto proposiciones transitorias de respuesta, lógicamente construidas, informadas y probables.


c)  Explicar y responder. En este punto, si la información de base con la que hasta ese momento se cuente resulta suficiente, se estará en condiciones de confirmar o negar, total o parcialmente, el planteamiento hipotético antes generado, de no ser así, será necesario volver a las fuentes por más información. En este punto, el observador se enfoca en la explicación de las formas, tiempos e intensidades con las que los componentes del complejo problemático y su par hipotético, es decir, las variables, se relacionan y modifican entre sí, dando de esta forma respuesta a los cuestionamientos enunciados.


d)   Conocer y enseñar. Es el momento de la estabilización temporal del conocimiento, es decir, el estado mental que se produce en el sujeto cuando éste cuenta ya con la evidencia suficiente para declarar, con fundamento, que realmente conoce algo que antes no era conocido, pero siempre de manera provisional, es decir, abierta a la posibilidad de que en algún momento surja un nuevo cuestionamiento a lo supuestamente conocido e, incluso, ser sólidamente negado con nueva evidencia obtenida, quizás, con tecnologías antes inexistentes. Es precisamente por ello que en su momento expresamos que se trata de un proceso en espiral, pues admite la idea de volver al principio, pero en espacios y circunstancias mutadas, siempre hacia más y mejor, al menos como una pretensión permanente en ese sentido, ya que se entiende que la ciencia responde a un proceso acumulativo. Por otra parte, entenderemos que la enseñanza resulta ser una consecuencia necesaria del conocimiento, sea bajo la intención voluntaria, directa y sistemática de transmitirlo, como lo hace un profesor en aula o laboratorio, por ejemplo, o mediante la simple comunicación de los resultados de una investigación en publicaciones científicas en cualquier soporte.

Más allá de estos aspectos a los que bien podríamos asumir como metodológicos, es necesario completar la imagen preguntándonos sobre la forma en como se desarrolla concretamente este proceso en nuestro cerebro, concluyendo, no sin riesgo de caer en simplificaciones, que esta compleja tarea se desarrolla en dos dimensiones:


1.   La dimensión computacional, inconsciente o automática. De la que queda aún mucho por conocer, pues no se sabe a ciencia cierta y de forma completa como se produce la internalización de las señales o indicios que los objetos, sujetos, hechos o fenómenos van dejando en el entorno, convertidas luego en estímulos sensoriales y después en hondas electroquímicas que se archivan en la memoria y que se reutilizan para rearmar redes de pensamiento en esas complejas estructuras neuronales propias del cerebro humano.

 

Podría decirse que se trata de un procedimiento previo al raciocinio propiamente dicho, proporcionando al cerebro la materia prima para realizar su trabajo, esto es, los datos y la forma en la que estos se gestionarán en un primer nivel básico. Hablamos, por utilizar una atrevida metáfora, del hardware y el software de la maquinaria de pensar, siendo en este sentido objeto de estudio de aquello que hoy se denomina como las neurociencias y quizás, no sin ciertos reparos, de la psicología.

 

En este contexto, emergió la iniciativa BRAIN, como un proyecto científico internacional que se propone precisamente recrear el mapa del funcionamiento de las neuronas cerebrales en su conjunto y desentrañar como se desarrollan los procedimientos cognitivos más básicos y no menos complejos, como pensar, aprender o memorizar. En una entrevista con el diario español ABC, Rafael Yuste, uno de sus principales impulsores, señaló que “Estamos en un momento decisivo de la historia de la humanidad, incluso como especie. Lo que podemos hacer con un ratón hoy, lo haremos en diez años con personas. Registrar la actividad cerebral ya es factible. Y pronto también podremos influir en esa actividad e incluso cambiarla. Eso nos va a llevar al mejoramiento mental y cognitivo de la especie humana. Es inevitable. En unos años utilizaremos interfaces cerebro-computadora que nos permitirán escribir con el pensamiento, conectarnos a Internet directamente... Esto va a cambiar la especie humana”.

 

Será el tiempo el que dilucide los alcances de esta iniciativa que, sin duda, genera amplias expectativas tanto para el tratamiento de enfermedades neurológicas como para el mejoramiento de la fisiología cerebral y el incremento de las capacidades intelectuales, además de abrir las puertas a una probable reproducción cibernética del cerebro humano, lo que implicaría un avance enorme en los que hasta ahora se entiende como ‘inteligencia artificial’, lo que involucrará, sin duda, el acompañamiento de un amplio y necesario debate ético de alcance global.

 

2.   La dimensión racional consciente. Que se desarrolla sobre la arquitectura del hardware y el software cerebrales ya referida, ahora de forma consciente y voluntaria, materializándose en el proceso de pensar o razonar propiamente dicho, como una actividad ordenada que aprehende el mundo a partir de los estímulos sensoriales que se internalizan, codifican e interpretan hasta constituir un cuerpo de información básica acumulada en la memoria y que luego es rearticulada y reordenada en redes y subredes neuronales, produciendo lo que más se acerca al concepto común del acto de pensar, aprender y conocer.

 

Al ser consciente y voluntaria, esta dimensión de la tarea de razonar se constituye, como antes dijimos, en una destreza humana que puede ser en alguna medida optimizada mediante el uso de herramientas y métodos apropiados, de las que el investigador puede dotarse a sí mismo para emprender de mejor forma la tarea de entender lo que le rodea, destacando en ello dos líneas generales de pensamiento que han hegemonizado los debates epistemológicos: i) La deducción, que en una simplificación extrema, se resume en el intento por entender los fenómenos a partir de leyes generales, es decir, de regularidades más o menos estables en las que se subsumen o acomodan los hechos objeto de observación; y ii) La inducción, que opera en sentido contrario, describiendo y explicando los fenómenos a partir de casos concretos, acumulando un cuerpo de información que, eventualmente, podría coadyuvar a descubrir ciertas generalidades, aunque siempre en un marco meramente probabilístico.

 

Dejamos este amplio y apasionante tema para futuras entregas, limitándonos por ahora a señalar que, en ambos casos, interviene la razón humana a efectos de ejecutar los juegos inferenciales necesarios para obtener conclusiones que, a manera de resultados, aporten a entender el objeto o proceso en estudio. En el primer caso serán inferencias de orden lógico y en el segundo de carácter pragmático-empírico.

En el complejo proceso de pensar, todos estos elementos se entrelazan, tanto en sus dimensiones computacional inconsciente y racional consciente, como los enfoques deductivo e inductivo que se producen en la última, encontrando un espacio común en la aplicación del llamado método hipotético-deductivo.

Iván Arandia es Licenciado en Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, Máster en Ciencia Política, Magíster en Administración de Justicia y Doctor en Gobierno y Administración Pública.

Comentarios

  1. Excelente documento para poder reflexionar y percibir lo que pasaría en lo futuro en la forma de pensar... Gracias

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